viajar, a parte de ser una gran sala de lectura, favorece la observación y la paciencia, y por lo tanto es un lugar en el que es imposible no fijarse en las personas que te rodean, sobre todo cuando te has dejado el libro en casa. Esta mañana he presenciado una situación cotidiana pero al mismo tiempo sorprendente. No por el echo en sí, sino por la transformación de una persona en otra. Y es que la única palabra que se me ocurre para interpretar el cambio que ha tenido un chico entre dos momentos es la de 'blandito'. No me mal interpretes, con este término no quiero decir nada malo, ni despectivo, ni ofensivo, solo defino el cambio. Simplemente me esperaba otra forma de saludar, algo más enérgico, quizás más brusco, más acorde a la edad que creo que tendría el chaval (quince o dieciséis años). Y es que ha pasado de una pose enérgica a otra más... blantida (¿ves?, no me sale otra palabra), ha pasado de sonarse los mocos a tocarse ligeramente la nariz con una mano estilizada..., ha cambiado la forma de apoyarse en la pared, la expresión de la cara, la forma de gesticular en general. Dos besos son dos besos, vas directo a la mejilla y pumba, pero no, él ha entornado los ojos, ladeado la cabeza, bajado con delicadeza y apenas rozado el moflete de su compañera, incluso el tono de voz le ha cambiado (le oí disculparse con un señor por haberle pisado sin querer al entrar en el vagón) ¿La situación?, han entrado dos compañeras de clase (posiblemente habían quedado con anterioridad).... como decía aquel, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...
1 comentario:
jijiji me has recordado una historia de dos niños de la clase de mi chochete.
Uno, más blando que el día de la madre, y además, muy guapo. Las niñas le acosan y la madre decide apartarlo y no quedarse en el parque....vale, lo siento, lo voy a contar a mi blog!
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